domingo, 11 de agosto de 2013

SALPO EN TRUJILLO

El aviso, publicado en este diario hace algún tiempo, decía más o menos así: “Se alquila casa cómoda y amplia, a 3,500 metros de altura y con vista al mar. Informes: Barrio Mansiche, Salpo”. Muchos pensaron que el anuncio había sido obra de un tipo que no estaba en sus cabales, porque no podía ser posible que existiera una vivienda con esas características. Sin embargo, no había nada alejado de la realidad. Salpo es un distrito de Otuzco y está situado a unos 3,450 metros sobre el nivel del mar, desde donde, efectivamente, se puede ver el crepúsculo si es que hay cielo despejado. Por eso, hay muchos lugareños que pueden ver el ocultamiento del Sol desde la puerta de su casa, como si estuvieran en la mismísima playa. Desde luego, el aviso, según me contaron, fue pagado por un oriundo del lugar, sin ninguna intención arrendataria, y solo motivado por su acendrado y casi arrogante amor hacia su pueblo, para promocionar su existencia y sus exclusivas particularidades, entre ellas, el de poder atisbar la cresta de la Cordillera Blanca desde su cerro mayor: el Ragach; no en vano fue el punto adonde llegaron científicos de varios países porque era el mejor lugar para poder observar con nitidez el paso del cometa Halley, en 1986, año en que el paraje fue considerado por el Instituto Geofísico del Perú y la Comisión Nacional de Astronomía y Astrofísica como un sitio alternativo para instalar un observatorio. Actualmente, en la cima, una empresa telefónica y otra minera tienen instaladas sus antenas de retrasmisión. Por un acto que todavía sigo llamando locura, a los dieciséis años, cuando conocí realmente el poblado, me quedé prendado de él y decidí terminar la secundaria allí. No me he arrepentido nunca del hecho. Desde ese tiempo, el nombre del pueblo, sus paisajes y su gente los mantengo en el recuerdo, siempre vivos. A este deslumbramiento contribuyeron una serie de hechos que tienen que ver directamente con el lugar. Por ejemplo, en 1980, cuando regresé a Trujillo, llegué a enterarme que un salpino, Modesto Montoya Zavaleta, era -lo sigue siendo- el más acreditado físico nuclear del país, al punto de haber ocupado la dirección del Instituto Peruano de Energía Nuclear (Ipen). Pero lo que más me abrumó, cuando en los ’80 estudiaba en la Universidad Nacional de Trujillo, fue comprobar que, al menos cinco salpinos enseñaban en la facultad de Educación. Entonces, ya no me cupo duda: Salpo había tomado esta superior casa de estudios como por asalto. Rita Pereda (hermana de Francisco Pereda Calderón, renombrado concertista internacional) me enseñó Apreciación Musical; el poeta y crítico literario Juan Paredes Carbonell, Teoría Literaria; el historiador Juan Haro, Metodología; aunque no tuve el honor de ser alumno del sacerdote Wenceslao de la Cruz y de Saniel Lozano Alvarado, escritor de valía, acaso el hijo más ilustre de esas tierras. Asimismo, supe que la pileta que adornaba la Plaza de Armas de Trujillo y que fue trasladada a la plazuela El Recreo tras instalarse la estatua de la libertad, había sido construida con mármol de Carabamba, por entonces caserío de Salpo. Pero mi desconcierto no tuvo límites cuando me enteré que el diario La Industria había sido fundado por un comerciante salpino: Don Teófilo Vergel, quien había dado nacimiento a esta empresa al lado de Raúl Edmundo Haya de Cárdenas, padre de Víctor Raúl Haya de la Torre. Ya casi sin asombro, tuve el conocimiento que Monseñor Andrés Ulises Calderón, hermano del padre Wenceslao, fue uno de los gestores de la Orquesta Sinfónica de Trujillo y de la Casa de la Cultura, antecesora de la filial departamental del Instituto Nacional de Cultura. Sin embargo, lo que me enalteció en grado sumo fue enterarme que otro salpino fue el autor de la iniciativa para concretar el desfile del Corso Primaveral. Así lo afirma Leonel Berrocal Neciosup en su libro “Tradiciones y Memorias Trujillanas”: que la idea del Corso vino del ingeniero Alberto Novoa, quien observó durante uno de sus viajes a los Estados Unidos, el entusiasmo que acompañaba el paso de carros alegóricos en el llamado Día de Acción de Gracias. “Apenas pisó suelo norteño, Alberto Novoa, también integrante del Club de Leones, propuso organizar un evento similar. La idea recibió el respaldo unánime de los socios, designándose a Gladys Barriga Bringas como Reina de la Primavera y planificándose actividades complementarias para recaudar fondos destinados a obras de índole social”. Desde entonces tengo la seguridad de que Salpo reside en Trujillo. (Elmer López Guevara)

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