sábado, 21 de julio de 2007

LA LENGUA NUESTRA DE CADA DÍA

Más de una vez, muchos se han visto en tamaño dilema tratando de saber a ciencia cierta qué cosa es lengua, lenguaje, habla y dialecto. Se piensa que lenguaje es lo mismo que lengua, que habla es sinónimo de lenguaje, o que dialecto es igual que habla, uf. El embrollo es fenomenal.
Para desenredar el ovillo, basta saber que lenguaje es la capacidad humana de expresarse, y que se hace posible gracias a la lengua. Lengua, en este caso, es sinónimo de idioma, ni más ni menos. Y está determinada por signos lingüísticos comunes a una determinada comunidad lingüística (en nuestro caso, los que hablamos el español); o sea, lo que quieras hablar o escribir, debe ser entendido por cualquier persona que conforma esta comunidad.
Aclarando, lenguaje es el hecho mental (no concreto) formado por signos elaborados en el cerebro, estructurados en formas comprensibles para hacerse realidad (concreto) mediante una lengua, en forma oral o escrita.
Por ejemplo, puedes tener la necesidad (mental) de señalar el objeto mesa, representado por las grafías /m/ /e/ /s/ /a/, que al momento de hacerlos realidad mediante la lengua, se unen formando el código (palabra) mesa, perfectamente entendible en la lengua española, en cualquiera de sus formas (oral o escrita).
Obviamente, una lengua es hablada en uno o varios países, lo cual le da el carácter de hecho colectivo, de masa, ya que no puede condensar en una sola persona toda su dimensión gramatical, sintáctica, morfológica, etc. Sin embargo (este el concepto de habla), cada persona tiene una forma peculiar de manejar una lengua; es, pues, un hecho individual.
Cuando hay un conjunto de personas que tiene la misma forma peculiar de utilizar una lengua, y que están en una misma región (puede ser una provincia, un país), estamos ante lo que se ha dado en llamar como dialecto.
Cada dialecto –también se le llama habla local- es del todo correcto, así sus formas no concuerden con las reglas que dicta el español como lengua general. Es lícito, por ejemplo, decir que alguien ha visto el diablo calato, por decir que ha tenido un dolor agudo, o que a alguien se le subieron los humos, por: ser presumido. También está plagado de palabras que no se ciñen al uso correcto y académico que teoriza la gramática, por no mencionar palabras extraídas de la replana (lengua del hampa), que ha ganado el nivel del habla popular. Chancho (trasero femenino), bobo (corazón, reloj) y la lista es interminable y pegajosa, en el habla popular: “tiraste lenteja al par de teteras de esa hembrita”.
A propósito, la lengua tiene tres niveles.
-Lengua culta (nivel del habla más elevado). Cuidada y formal, es la que coincide con el español y utiliza figuras de dicción o pensamiento.
-Lengua familiar. La emplean quienes tienen tradición familiar o han crecido en un ambiente más o menos culto.
-Lengua popular, o lengua vulgar. Es la que conserva formas que la lengua general va desechando por arcaizantes (haiga, enantes, vide, truje, etc.)

LA LENGUA: SISTEMA DE SISTEMAS
Entendida la lengua como un sistema, cada subsistema que se desprende de éste constituye una forma de hablar con características propias. Por eso cada región tiene su propio dialecto, independiente del sistema (o subsistema) del que provenga.
¿Cómo así? La lengua es un suprasistema constituido por muchos sistemas (todas las lenguas existentes: español, italiano, ruso, etc). Cada uno de éstos forman subsistemas (en el caso del español, son subsistemas el español peruano, venezolano, mexicano, etc), de los que se desprenden, a su vez, microsistemas (es el español peruano, por ejemplo, con sus dialectos o normas dialectales: la norma trujillana, piurana, loretana, etc)
Una forma peculiar del habla puede ser común -lo dijimos- en los habitantes de una provincia o de uno o varios países. Tómese como ejemplo el caso del español que se habla en México, con sus cuate, manito, híjole y demás.

EL ESPAÑOL O LENGUA GENERAL
La lengua española, hablada hoy por casi 300 millones en el mundo, tiene en nuestro continente las tres cuartas partes de usuarios. En América, se concentra la mayor parte de hablantes del idioma de Cervantes, lo que, dicho sea de paso, no deja de ser hoy más que un cumplido, ya que el español –como lengua general- hace mucho que no lo hablamos en América.
Diferencias y oposiciones, estilos de vida y necesidades nuestras, que no son las mismas que los hijos de la Madre Patria, han hecho que acomodemos el idioma a nuestros decires y sentimientos. Claro que esto nos ha costado –nos sigue costando- una bronca bárbara con el idioma. Vaya el caso al tratar de diferenciar los fonemas de las grafías c, s y z (el seseo que le dicen), y debemos echar mano, al escribirlas, del recurso infantil de que tal palabra es con ese de sapo o con ce de casa, o zeta de zorro, por el solo hecho de haber mandado a un buen lugar la pronunciación de los de la Península, con su muy formalita zeta dentilabial, por ejemplo.
En este mismo costal entran las grafías ll e y (como consonante). Escuchamos yama, yanto, ayá (ejemplos de yeísmo) y vaya usted a saber cómo es que al escucharlas, sabemos que deben ser llama, llanto y allá.
Tampoco nos olvidamos de la v chica y la b grande –nadie o casi nadie dice v dentilabial y b labial-, para más señas v de vaca y b de burro (hace tiempo que perdimos la vergüenza de aludir a estos nobles cuadrúpedos para diferenciar lo labial o dentilabial de esas consonantes).
Ni qué decir de los préstamos lingüísticos tomados de otras lenguas que hemos incorporado a nuestra jungla verbal, con el matiz de escribirlos como se escuchan: Champán, coctel (no: cóctel), carné, por ejemplo; aunque algunos se han salvado y conservan su pronunciación y escritura nativa: shower, bussines, verbigracia, y que con el tiempo han adquirido nacionalidad propia, para convertirse, en muchos casos, en un original y soberbio peruanismo.

LOS PERUANISMOS
¡Qué es un peruanismo? Palabras o frases propias del país: huachafo, habiloso, calato, estar encamotado, emparar, guapear, patear, bronquear, arrequintar, etc.
Martha Hildebrandt registra en su libro Peruanismos (edición 1994) 226 peruanismos, que con sus derivaciones y desinencias suman alrededor de 4 640. Por ejemplo, en el caso de jalar: jaladera (desaprobación de un curso en masa), tener jale (tener atractivo), jalar (llevar a alguien en el auto por cortesía), jalar (en replana: inhalar cocaína), ya no jalo (no tener fuerzas), jalarse la cara (hacerse la cirugía), jalado, jaladito (estar achispado), jalada (acción y efecto de desaprobar); sin contar aquellos que campean en nuestro habla popular y que no son todavía registrados en libro: emolientero, taxear, paltear, maletear, serruchar el piso, etc.
Pero ojo, algunos peruanismos no pueden ser conocidos en todo el país, ya que en cada región tiene su propio significado (acuérdese de los molestosos subsistemas que cito al principio). Las bolsitas con algún jugo congelado que por estos lares conocemos como marciano, en Tumbes es bodoque y en Talara chalaco. Otro ejemplo: tacho (vasija, recipiente, generalmente usado para la basura) es en Loreto retaco (sujeto de baja estatura) y en Tacna sordo. Pero en Trujillo, Lambayeque y Cajamarca tacho es el recipiente de metal con pico y tapa y asa en que se hierve el agua, que en Lima y en gran parte del país es conocido como tetera.
De modo que junte un poco de esto y otro tanto de aquello, chocolatee a mandíbula batiente y obtendrá un idioma a discreción, el nuestro, el idioma peruano.

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